Todo ha sido fruto de un impulso.
Recordé que tenía un relato en el cajón desde hacía nada
más y nada menos que tres años. Creo que fue por aquel entonces cuando lo dejé
todo (la segunda parte de otra novela, este relato y el resto de proyectos),
para escribir 13 horas en Viena. Así que escribí Cuando las gárgolas lloran y lo metí en un cajón que no he abierto
hasta ahora.
Abrir ese cajón ha
sido lo mejor que podría haber hecho.
Ya he dicho que todo ha sido muy precipitado, pero es que
la inspiración llega sin avisar, y no he podido controlarlo. Este proyecto ha
sido un reencuentro en muchos sentidos. Me he reencontrado con la historia y
también con el lápiz y el papel.
En principio solo iba a arreglarlo, asegurarme de que
estaba bien escrito, ponerle una portada sencilla y subirlo a Amazon. Pero
luego me di cuenta de que en su día hice algunos dibujos para la historia,
dibujos personales y que iban a ser para mí, porque no me habría atrevido a enseñárselos a nadie. Pero esta vez he
decidido intentarlo.