La historia que va a llegar a las librerías, la que vais a
conocer vosotros, es la segunda versión de una historia que escribí hace mucho.
Lo único que se mantiene es Diana, una de las protagonistas. ¿Y por qué cambié
todo lo demás?
Porque comprendí que esta historia, precisamente por Diana,
era mucho más importante de lo que pensaba. Ella se merecía algo mejor.
Empezaré desde el principio: para los que hayáis leído 13 horas en Viena, sabréis que Diana ya
aparecía en ese libro y que entonces tenía una relación complicada con Nicole;
una relación que estaba a punto de acabar (no es un spoiler).
La primera vez que escribí la historia de Diana aún no había
escrito la de Kenny (el protagonista de 3
noches en Oslo); porque, en realidad, 7
semanas en París iba a ser la segunda parte de la saga. Pero por cosas del
destino la historia de Kenny se publicó primero y eso me dio un año (gracias,
gracias, gracias) para comprender que tenía que cambiar esa primera versión.
Esa historia comenzaba también cuando Diana ya lo había
dejado con Nicole. Creo que es importante romper ese cliché romántico en el que
el primer amor es siempre “el gran amor”, y Diana y Nicole estaban destinadas a
romper desde el principio. Pero aquella vez Julie no existía; la pareja de
Diana, “J”, era un personaje masculino. Y cuando fui a corregir la historia
para mandársela a la editorial me di cuenta de que eso habría estado mal por
muchas, muchísimas, razones.
No os equivoquéis, cuando la primera vez decidí que J sería
un hombre lo hice de forma inocente; ese personaje surgió, me gustó y quise
escribirlo. Había tantas posibilidades de que fuera un hombre como de que fuera
una mujer. Pero, en este caso, cuando retomé la historia un año después, me di
cuenta de que eso habría sido un paso atrás.
¿Por qué la historia con Nicole había acabado tan mal? ¿Por
qué su historia feliz sería con J, con un hombre?
Fue fortuito, pero me dio rabia, porque soy una ferviente
defensora de que necesitamos historias con PROTAGONISTAS no heterosexuales con
FINALES FELICES.
Y de haber seguido adelante con esa versión, aunque no fuese
deliberado, aunque fuese una casualidad, habría estado ayudando a promover un
mensaje que hoy se transmite mucho a través de gran parte de la literatura y,
sobre todo, de las series juveniles:
·
Un personaje no heterosexual, sí; pero como
acompañante del protagonista, siempre secundario (Diana habría sido secundaria
al estar con una mujer y protagonista al estar con un hombre. Seguiría siendo
bisexual -ya hablaremos en otro momento sobre eso de creer que la orientación
sexual de una persona bisexual cambia dependiendo de su pareja-, pero la
visibilidad en cada una de sus dos relaciones habría sido muy distinta).
·
Una relación entre mujeres, sí; pero sin final
feliz (Diana tendría su final feliz con J, no con Nicole).
También creo que hay muchos libros (buenos y necesarios) que
tratan el tema de la orientación sexual de sus protagonistas como un conflicto.
Estas historias son muy importantes, sobre todo para muchos jóvenes que
precisamente buscan esa etiqueta en el mercado; pero lo que yo echaba en falta,
lo que yo necesitaba leer y escribir, era una historia donde el conflicto no
fuera ese.
Por eso, cuando me senté de nuevo a corregir la historia,
decidí que Diana se merecía a Julie, se merecía a una chica con pinta de tipa
dura pero con un corazón blandito; se merecía a alguien que la provocara y la
volviera loca.
El resumen de esto es que durante ese año sin leer la
historia empecé a ser consciente de que algunas decisiones, sean deliberadas o
no, no son justas.
Pensé en rescatar algunas escenas de la versión antigua para
la versión final de 7 semanas en París,
pero la personalidad de Julie es tan arrolladora que no me dejó reutilizar
nada; todo es nuevo.
La historia original, la de “J”, me sigue encantando y a
veces la releo porque le tengo mucho cariño; pero sigo convencida de que Diana
necesitaba a Julie.
Y yo también.
Creo que nunca me había costado tanto escribir sobre una de
mis novelas, sentarme delante del teclado y contaros por qué decidí contar esa
historia. Quizá sea porque 7 semanas en París
es muy especial para mí y a medida que se acercaba el día, a medida que me daba
cuenta de que era real, crecían la ilusión, los nervios, las expectativas… y el
miedo. Por eso escribir estas líneas ha sido tan difícil.
Había mucho que gritar en esta historia, y creo que lo he
hecho.
Hay historias que surgen sin querer, que vienen para
quedarse y acompañarte; que llegan en el momento justo y se quedan un pedacito
de ti hasta que las escribes. La historia de Diana y Julie llegó cuando más la
necesitaba. Ha estado ahí durante muchos meses; cuando solo estaba Diana,
cuándo llegó Julie, mientras pensaba cómo desarrollarla, mientras la escribía,
mientras trabajaba en la promoción… Me ha acompañado muchos meses, y aunque
siga siendo mía, a partir de ahora será también un poquito vuestra; de quiénes
os embarquéis en esta aventura.
Ojalá se quede con quien la necesite. Ojalá os regale algo
bueno.
Y ojalá os guste la mitad de lo que me ha gustado a mí
escribirla.
Paula.
¿Qué encontraréis en 7
semanas en París?
*Una relación romántica entre dos chicas donde el conflicto
no es la relación en sí misma.
*Representación de enfermedades y trastornos mentales.
*Sucesos duros.
*Mucha esperanza.
*Un pedacito de las calles de París.
*Una historia dentro de otra historia.
*3 voces narrativas.
*Una protagonista atrevida y con muy poco autocontrol; otra
protagonista encantada con eso.
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